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Campesinos, aliados de la conservación

De niño Luis Francisco Mora soñaba con ser guardapáramos. Era algo que se había propuesto. Sus paseos familiares por el páramo, su deleite con la nieve y con las corrientes de agua que serpentean desde la alta montaña le permitieron comprender que su presente y su futuro están muy cerca de lo que ama, de su familia, de los venados y los frailejones, de la Sierra Nevada de El Cocuy

De niño Luis Francisco Mora soñaba con ser guardapáramos. Era algo que se había propuesto. Sus paseos familiares por el páramo, su deleite con la nieve y con las corrientes de agua que serpentean desde la alta montaña le permitieron comprender que su presente y su futuro están muy cerca de lo que ama, de su familia, de los venados y los frailejones, de la Sierra Nevada de El Cocuy.

A los 15 años se presentó a una convocatoria que buscaba personas que quisieran dedicarse a la protección de la fauna y la flora que habita en este gran ecosistema, sin embargo, fue considerado demasiado joven para ser contratado y asumir tal responsabilidad. Francisco o ‘Pacho’, como prefiere que lo llamen, sabía desde entonces que tenía las capacidades para recorrer los senderos y vigilar que nada ni nadie le hiciera daño a la vegetación o a los animales.

Foto Campesinos, aliados de la conservación

Francisco persistió. Mientras alcanzaba la edad adulta continuó estudiando y realizando las labores propias del campo. Lleva con orgullo su condición de campesino y está dispuesto a dedicar sus mejores años a preservar el agua que el frailejón, el musgo y el chuscal dejan fluir, como en una transfusión de vida, hacia las quebradas y los ríos, y de allí a nuestro sediento paladar.

Un buen día el sueño se hizo realidad. En 2014 la Alcaldía de El Cocuy abrió una convocatoria para integrar un equipo de personas que en alianza con la Corporación Autónoma Regional de Boyacá – Corpoboyacá – y la Gobernación, se dedicarán a recorrer los senderos y a velar por el bienestar de este sensible ecosistema.

Francisco, que ya cumplía con los requisitos, por fin se hizo guardapáramos. Hoy, a lo lejos, su imagen se confunde con el cardón que se aprecia en el sector de Lagunillas. Se le ve en los valles, en los riscos y en las praderas de esta parte de la Sierra. Los transita en días soleados o muy lluviosos, es consciente de su responsabilidad y de la de otros que como él cumplen con esta importante labor allí en El Cocuy y en otras zonas estratégicas del departamento.

Aislamiento efectivo

La misión de Francisco y de otros guardapáramos está vinculada a los convenios que Corpoboyacá ha celebrado con juntas de acción comunal y juntas administradoras de acueductos rurales para el aislamiento, establecimiento y mantenimiento de áreas en restauración activa y pasiva de 3.026 hectáreas de zonas de recarga hídrica de los municipios de El Cocuy, Güicán, Chiscas, Panqueba, El Espino, San Mateo, Soatá, Boavita, Chita, Belén, Duitama y Sotaquirá.

Se trata de un ambicioso proceso que ya está dando sus frutos. En los predios que fueron aislados para evitar el pastoreo de ovejas y de ganado vacuno se observan los retoños de la vegetación que emergen vigorosos y decididos a emprender su tarea de retener el agua y de distribuirla regularmente para la supervivencia de la especie humana y de las que de ella dependen.

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Emilio Carreño también es de El Cocuy. Es reservado pero categórico. Como otros campesinos de la región ha sido testigo del deterioro progresivo de la vegetación y del impacto que actividades como la ganadería y la agricultura extensivas y el turismo sin control han ocasionado al estado del suelo y de la calidad del agua.

Emilio hizo parte del grupo de trabajadores que en el caso de El Cocuy fue contratado para las labores de aislamiento de las áreas de reserva que incluyeron la instalación de una cerca de alambre y en algunos casos la siembra de especies nativas que ayudaran a recuperar los terrenos degradados.

Aunque como otros habitantes de la zona se ha servido del páramo para el cultivo de sus productos y la alimentación de su ganado, Emilio es consciente de la necesidad de transformar las maneras de producción y de relacionamiento con todo lo que lo rodea.

Él y sus vecinos apoyan el esfuerzo de Corpoboyacá y de los alcaldes de aislar los predios que han sido adquiridos a partir de lo dispuesto por el artículo 111 de la Ley 99 de 1993 que ordena a los municipios destinar el uno por ciento de sus ingresos para la compra de terrenos de importancia hídrica de los que dependen los acueductos rurales, municipales y distritales.

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Los resultados de su participación son evidentes. La capa vegetal se ha restaurado pues la presencia del ganado la tenía maltrecha. “Ahora se ve la fauna, se ven los venaditos. Ojalá que esto se deje quieto, si eso se logra la misma naturaleza se encarga de recuperarse”, recomienda.

Emilio también ha visto como el agua que llega a través del acueducto rural ahora es más pura gracias al aislamiento de aquellos lugares donde están los nacimientos, y a la permanente presencia de guardapáramos como Francisco Mora que están atentos a monitorear que los animales no rompan la cerca. “Es importante tener conciencia del valor de los recursos naturales. Los campesinos somos conscientes porque hemos visto como es de fundamental proteger el agua”.

Restauración con enfoque social

Conservar también genera oportunidades de ingresos económicos. De esos fueron testigos los habitantes de los municipios beneficiados con los convenios de restauración activa y pasiva promovidos por el director de Corpoboyacá, José Ricardo López Dulcey. La fórmula fue novedosa y la novedad resultó efectiva.

La clave estuvo en la vinculación de la comunidad. No se buscó a contratistas externos, se privilegió a los actores locales, a las juntas de acción comunal o a las juntas administradoras de los acueductos veredales. Se consideró, con acierto, que ellas tendrían un mayor nivel de pertenencia y de compromiso con el desarrollo de los proyectos y con la adecuada gestión e inversión de los recursos. Y así sucedió.

Herin Ochoa reside en Chita, localidad de la provincia de Valderrama que en idioma Muisca significa “nuestra tierra”. Hizo parte del grupo que se encargó de limpiar el lindero por donde se extendió la cerca de protección en dos lotes, La Chorrera y El Botalón, de la vereda Laurelal.

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Recuerda que fueron jornadas muy duras. Empezaban con la salida del sol y concluían al caer la tarde cuando el viento que golpea la parte alta de las montañas hacía insostenible la jornada y los obligaba a bajar. Se distribuyeron labores según iban avanzando. Unos días abrían huecos para fijar los horcones, otros los dedicaban a extender el alambre, en los siguientes se ocupaban de sembrar las plántulas, de platearlas y de aplicarles el retenedor y el abono.

“Fueron jornadas muy agradables”, recuerda Herin, quien reconoce que el convenio entre Corpoboyacá y las asociaciones comunales le permitieron a él y a sus compañeros la oportunidad de tener un sustento económico para el diario de sus familias y la posibilidad de ahorrar para los gastos futuros.

Aunque los contratos ya concluyeron, ahora como presidente de la Junta de Acción Comunal de su vereda continúa dando vuelta para asegurarse de que las cercas instaladas se encuentren en buen estado y de que el ganado no ingrese a los predios donde se almacena el agua, esencial para su subsistencia y la de sus coterráneos.

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También de Chita, Juan Andrés Ochoa, que la mayor parte del tiempo está dedicado a la construcción, integró el grupo de obreros que cercaron los predios. Juan Andrés tuvo a su cargo la supervisión de los trabajos primero en el sector de Tobitos y luego en otros lotes adquiridos por la alcaldía.

En el recuento de esta misión, de la que se siente muy orgulloso, señala la parte alta de la cordillera para explicar que primero hicieron la guardaraya por donde se enfilarían los nueve mil cercos que se instalaron en este sector; que se distribuyeron en cuadrillas de tres o cuatro personas dependiendo las características del terreno donde estuvieran trabajando y que por la distancia de algunos predios en varias ocasiones tuvieron que alojarse en viviendas abandonadas.

Aliados de la conservación

Los tiempos han cambiado. En la región ya es posible encontrar gobernantes que comprenden la urgencia de preservar los nacimientos y las fuentes de agua. Ramiro Díaz Mora, el alcalde de El Cocuy, destacó el trabajo conjunto con Corpoboyacá y la Gobernación de Boyacá para avanzar en el aislamiento de las zonas que se han adquirido por su potencial hídrico.

Se refirió igualmente a las inversiones para contratar guardapáramos y hacer el mantenimiento de los cercados, una labor necesaria en el propósito de darle continuidad a estos esfuerzos institucionales.

Una posición similar exhibió el alcalde de Chita, Yamit Ariel Ávila Niño, al explicar que junto a su equipo han estado atentos al trabajo adelantado por la comunidad y la Corporación, que han controlado la presencia de ganado alrededor de los nacimientos de agua y que está haciendo esfuerzos presupuestales para reparar algunos encerrados que se encuentran en mal estado y comprar más hectáreas de páramo que son propiedad de particulares.

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Como en la mayoría de municipios acogidos por los convenios de mantenimiento de áreas en restauración activa y pasiva, en Chita la comunidad ha asumido la importancia que representan estas áreas y el beneficio que reportarán para las actuales y futuras generaciones.

Alcaldes y campesinos de estos territorios paramunos, conscientes como son de proteger el agua, esperan que el gobierno genere alternativas productivas y rentables que les permita transformar, reconvertir o sustituir sus tradicionales actividades agropecuarias por otras igual o más provechosas.

Mientras se definen las posibilidades de reconversión productiva o se implementa un programa de pago por servicios ambientales a las comunidades locales, Francisco, el guardapáramos de El Cocuy, seguirá en lo suyo, caminando mañana y tarde, verificando el estado de las cercas y velando porque la vegetación esponjosa del páramo siga preservando la vida presente en cada gota de agua.

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