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La producción limpia es el camino

Sogamoso hizo parte del Top 10 de los municipios con más problemas de contaminación del aire. Los reportes del Ministerio de Ambiente lo ubicaban en los primeros lugares junto a distritos industriales como Jumbo, en el departamento del Valle; el suroccidente de Bogotá y el Valle de Aburrá, en Antioquia.

Sogamoso hizo parte del Top 10 de los municipios con más problemas de contaminación del aire. Los reportes del Ministerio de Ambiente lo ubicaban en los primeros lugares junto a distritos industriales como Jumbo, en el departamento del Valle; el suroccidente de Bogotá y el Valle de Aburrá, en Antioquia.

Hoy la historia es diferente. Según los últimos registros del Subsistema de Información sobre la Calidad del Aire (Sisaire), que administra el Ideam, Sogamoso está por debajo de los índices permitidos por la normatividad nacional y todo gracias al ejercicio de la autoridad ambiental y al compromiso de los sectores productivos que como el alfarero y el calero, en Sogamoso y Nobsa, le siguen apostando a la reconversión.

La Industria Alfarera Verde de Sogamoso (Inalversog) es el mejor ejemplo de esta transformación. Está situada en el kilómetro 3 de la vía que de Sogamoso conduce al Santuario de la Virgen de la O de Morcá y en una valla informativa se lee lo que en otra época era impensable y que para algunos es producto de un suceso milagroso: “Comprometidos con el medio ambiente”.

Se gestó en 2013 cuando Corpoboyacá expidió una serie de resoluciones, entre ellas la 618 del 30 de abril de 2013, en las que le ordenaba a los productores de teja, ladrillo y piedra caliza el uso de tecnología más eficiente. Hasta entonces los hornos artesanales utilizados para estas actividades eran del tipo colmena, horno loco o de llama dormida como se conoce en el gremio. Por sus características, la emisión de partículas al aire eran altas lo que incidía de manera severa en la contaminación del Valle de Sogamoso.

Foto La producción limpia es el camino

El reto para alfareros y caleros era definitivo: o hacen que su producción sea más eficiente o desaparecen.

Corpoboyacá, en cumplimiento de su responsabilidad, dio pasos decisivos para mejorar las condiciones ambientales de la región y al tiempo generó opciones. Les propuso a los productores artesanales asociarse para implementar tecnología que se ajustara a las disposiciones ambientales, en particular la Resolución 0909 del entonces Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial que estableció “normas y estándares de emisión admisibles de contaminantes a la atmósfera por fuentes fijas”.

“No había otra alternativa, la asociación era el camino”. La frase es de Antonio López Rodríguez, actual gerente de Inalversog, y la pronunció para evocar el comienzo de esta aventura.

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Antonio, alfarero de toda la vida, como sus padres y sus abuelos, como sus vecinos y socios, conforma el grupo de trece personas que entre 2013 y 2014 decidieron unirse no solo para construir un horno moderno. Tomaron la decisión convencidos de que podían hacer empresa, generar empleo y mejorar las condiciones de vida de sus familias y de los habitantes de Sogamoso.

Primero se reunieron con el director de Corpoboyacá, Ricardo López Dulcey. Con él concertaron un plazo para el desmonte de sus hornos artesanales. Acordaron que durante los próximos 12 meses cocinarían el ladrillo para construir el horno tipo Hoffman que por su diseño se ajustaba a las especificaciones exigidas por la norma de emisiones.

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Compraron un lote en la vereda Buenavista, buscaron a un experto que los orientara en el proceso de montaje y ellos pusieron la materia prima y la mano de obra. Diez meses después el horno estaba listo y la inversión realizada alcanzaba los 900 millones de pesos. “Cuando empezamos no teníamos toda esa plata, ningún banco quiso prestarnos y la gente nos tildaba de locos. Hicimos el horno con el trabajo de todos”, recuerda Antonio López.

Creer y crecer

Inalversog es una muestra de que lo imposible es alcanzable. Satisfechos y extenuados por el esfuerzo que significó edificar con las uñas el nuevo horno, recibieron una tentadora oferta. Henry Iguavita, propietario de Ladrilleras El Zipa, una empresa ubicada en Paipa, les ofreció maquinas y equipos por 500 millones de pesos, indispensables para la operación de la emergente industria.

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“Me la pagan cuando empiecen a producir”, les dijo Iguavita y les hizo llegar el tren de máquinas principal compuesto por molinos, bandas transportadoras, el mesclador, la extrusora y el cortador.

Las buenas noticias continuarían. Ya con los equipos asegurados era indispensable montar el sistema eléctrico que permitiera su operación. Hernán Cruz, de HC Eléctricos Cruz, llegó, vio y creyó. Valoró el esfuerzo de este puñado de nuevos empresarios y les confió una inversión de 200 millones de pesos que costó la instalación de la red de alimentación eléctrica. Cruz emuló a Iguavita: “Me pagan cuando empiecen a producir”.

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Corpoboyacá también aportó lo suyo. Como Inalversog debería estar sujeta a las estrictas normas de regulación de emisiones, la entidad facilitó los equipos necesarios para la inyección del carbón, una técnica que permite la completa combustión del mineral y que reduce el volumen de partículas que anteriormente se emitían al aire.

Así fue como la Industria Alfarera Verde de Sogamoso vio la luz del nuevo amanecer. La empresa produce en promedio 10 mil piezas al día entre bloque número 3, número 4 y número 5, bloquelón, placa fácil, rejillas y adoquines; genera 22 empleos directos con todas las garantías laborales, venden lo que fabrican y ya son referente nacional por el modelo sostenible que tienen en marcha.

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No ha sido un trasegar sencillo. En una sociedad de 13 personas hay diversidad de criterios y posiciones radicales, a veces irreconciliables, sin embargo, la clave ha estado en el reconocimiento de la diferencia, en el diálogo y en la convicción de que unidos se puede llegar más lejos.

En Inalversog los 13 socios son dueños pero también son obreros, tienen funciones específicas, cumplen un horario y dan ejemplo de perseverancia. Allí radica el éxito de la organización.

Un modelo a seguir

Ricardo López Dulcey, director de Corpoboyacá, tiene como función aplicar la Ley. Su condición de autoridad no impide que se congratule con el avance de esta empresa y de otras de su tipo que en Sogamoso han adoptado tecnologías limpias a partir de las medidas impartidas por la Corporación.

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“De estos procesos, que no son fáciles, quedan buenas historias que pueden ser replicadas y con casos como este se paga todo el esfuerzo realizado”, sostuvo complacido el funcionario.

López destaca la pujanza de sus gestores que pasaron de ser alfareros artesanales a empresarios que piensan en grande, que generan empleo, que dinamizan la economía local y que conscientes del impacto de su actividad informal ahora son modelo de transformación, de producción limpia.

“Ellos están dispuestos a contar su historia y Corpoboyacá esta dispuesta a seguir apoyando a quienes quieran asociarse”, sostiene el director de la entidad.

El proceso de reconversión y de monitoreo de la calidad del aire del Valle de Sogamoso ha sido acompañado además por el Ministerio de Ambiente, la Gobernación de Boyacá, la Alcaldía de Sogamoso, el Sena, la Dian, la Cámara de Comercio de Sogamoso, el Ideam, la Agencia de Cooperación del Corea del Sur – Koica – y otras entidades del orden regional y nacional que a través de capacitación, asesoría y recursos avanzan en la adopción de estrategias que permitan modernizar la producción alfarera y calera en los municipios donde la Corporación tiene jurisdicción.

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Sogamoso y su Valle han sido testigos del cambio en la calidad del aire que ahora se respira en la región, cambio que sorprende a Jaime González, uno de los habituales clientes de Inalversog. En una conversación informal en el patio de la empresa se declara muy satisfecho por la calidad del ladrillo y del bloque que allí compra y que vende en Arauca y Casanare.

Cuando se entera de que la producción cumple con los criterios de sostenibilidad ambiental definidos por las autoridades, don Jaime guarda silencio, un silencio que luego se transforma en sorpresa. “No sabía”, dice con franqueza. “Ahora puedo decirle a mis clientes que este es un ladrillo que no contamina”.

A eso le apuestan los alfareros y los caleros de Sogamoso y Nobsa, a producir limpio, por su bienestar, el de sus hijos y el de la región, y Corpoboyacá está allí para apoyarlos.

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