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Reservistas de las fuerzas naturales

Son como una hermandad. Dedicados, convencidos, comprometidos. No reciben un sueldo y trabajan sin descanso. No deben cumplir un horario, sin embargo, le madrugan al sol y son los últimos en irse a descansar.

Son como una hermandad. Dedicados, convencidos, comprometidos. No reciben un sueldo y trabajan sin descanso. No deben cumplir un horario, sin embargo, le madrugan al sol y son los últimos en irse a descansar. Son caminantes, siempre vigilantes, allí está este “ejército de reservistas de las fuerzas naturales” que se encargan de gestar y mantener las áreas protegidas de Colombia.

Hace poco fueron invitados por Corpoboyacá a participar del Encuentro de las Reservas Nacionales de la Sociedad Civil de la Región Andes Nororientales, una iniciativa que tenía como propósito reunir a delegados de Boyacá, Cundinamarca, Santander y Norte de Santander para compartir experiencias en torno a los retos de conservar bosques, páramos y fuentes de agua en predios particulares y en parques naturales del orden municipal, regional y nacional.

Aunque muchos no se conocían por proceder de zonas muy distantes, fue particularmente emocionante ver la fraternidad de sus saludos, será por la costumbre de abrazarse a los árboles, de hablarle a las plantas y a los pájaros y de recibir la caricia del viento mientras recorren los senderos por donde transitan, sin prevenciones, la vida y la esperanza en forma de agua transparente y de aire respirable.

“Somos reservistas de las fuerzas naturales”, repiten a cada instante como si fuera su santo y seña. Ríen, discuten, atienden y toman notas de cada cosa que se diga. También se abrazan por cualquier motivo o saltan de la dicha como Clarita Ángel, de la reserva natural de la sociedad civil Cocha Huaira, de Gachantivá, que ese día estaba exultante tras enterarse de la noticia de que el Tribunal Administrativo de Boyacá había declarado constitucional la Consulta Popular para preguntarles a sus paisanos si están o no de acuerdo con la minería en su territorio.

Su alegría tiene que ver con la paz que genera el saberse hijos del bosque, guardianes del páramos, custodios de una herencia invaluable que les provee lo necesario para vivir y por eso agradecen a Dios y a la vida por tanta generosidad. Su ánimo festivo empero en ocasiones se ve empañado por las pretensiones de la minería y de otras actividades propias de la ruralidad como la agricultura y la ganadería extensivas. No están en contra de la agricultura ni de la ganadería, coinciden en señalar que son compatibles con el ambiente especialmente si se emprenden de manera sostenible.

Foto Reservistas

Así como son abrazadores por naturaleza son vehementes cuando deben salir en defensa del territorio, del agua, de las semillas que germinan en la montaña, del roble que soporta con sus ramas el esplendor del cielo. Con argumentos se paran en la raya, salen a marchar, ayunan, vigilan como lo hace la guardia indígena que el en Cauca vela por la integridad del pueblo nasa. Ellos, en sus reservas, defienden el patrimonio ambiental de toda la Nación.

Aliados de la conservación

Corpoboyacá, a través de su director general, Ricardo López Dulcey, es consciente del aporte de quienes representan a las reservas naturales de la sociedad civil y de aquellos que son guardapáramos o guardabosques en los parques naturales municipales, regionales o nacionales.

López valora su vocación de servicio, su dedicación y denuedo, sabe que ellos son el alma del Comité Regional de Áreas Protegidas (Corap) y que su trabajo es fundamental para la consolidación del Sistema Regional de Áreas Protegidas (Sirap), la estrategia de articulación interinstitucional diseñada por la Corporación en 2010 para gestionar las acciones que permitan la conservación y la protección in situ de los ecosistemas estratégicos del departamento.

“Ellos son interlocutores muy importantes y al tiempo que nos exigen nos están apoyando y nos están mostrando el camino hacia nuestro sistema regional de áreas protegidas del cual depende el agua para las actuales y futuras generaciones”, admitió Ricardo López.

Del Sistema Regional de Áreas Protegidas de Corpoboyacá hacen parte 12 parques naturales de carácter regional, 10 del orden municipal y 33 reservas de carácter privado que a su vez se complementan y entrelazan con los parques nacionales naturales de El Cocuy y Pisba y los santuarios de Fauna y Flora de Iguaque y Guanentá Alto Río Fonce.

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Toda esta estructura tiene en Hugo Armando Díaz a su principal dinamizador. Díaz es biólogo, coordinador de áreas protegidas de Corpoboyacá y junto con la bióloga Lorena Vargas responsables de que las cosas marchen de manera adecuada por el bien de las reservas.

Cuando explica en detalle el empeño de la entidad por fortalecer este sistema, Hugo hace especial énfasis en la activa y determinante participación de las comunidades que conforman el Comité Regional de Áreas Protegidas (Corap), una figura que se creó hace seis años con el propósito de trabajar hombro a hombro con quienes de manera voluntaria se dedican a la preservación de los ecosistemas de los 87 municipios que hacen parte de la jurisdicción de la entidad.

Hugo Díaz insiste en la importancia de esta alianza con quienes están en las veredas, sin embargo, es consciente de los retos a los que se enfrentan cuando salen en defensa de un frailejón o de un aliso, de un oso o de un manantial. Sabe que quienes hacen parte del Corap son el ‘sirirí’ de aquellos que por desconocimiento, desinterés o apetito económico militan en las filas de la depredación.

Ellos vigilan que los cazadores no acaben con la fauna, denuncian cuando se está cometiendo una infracción ambiental y conversan con quienes residen al interior o en las periferias de las áreas protegidas para animarlos a cuidar el entorno natural.

Estas mujeres y hombres no son autoridad ambiental pero velan por la preservación de los ecosistemas. Hugo añade que son claves en las tareas de educación ambiental pues a través del ejemplo enseñan a sus vecinos.

“Quienes ha sido tildados por ‘molestar’ en la vereda, por proteger los recursos naturales, en el futuro próximo van a ser reconocidos como líderes positivos de sus territorios”, así lo vaticina el funcionario de la Corporación quien no oculta su satisfacción por el resultado de este nuevo encuentro de delegados de las áreas protegidas. Hace seis años, cuando se hizo el primero, asistieron 12 personas, en esta ocasión participaron 250.

Hugo es generoso. Se refiere a estos ‘reservistas’ como “los mejores seres humanos” y los define así por su responsabilidad, por entender que si no se protegen los recursos naturales o no se levanta la voz frente a su deterioro las próximas generaciones van a ver comprometida su subsistencia.

Sobre el apoyo que la institución les brinda, asegura que la Corporación tiene el compromiso de fortalecer estos escenario de intercambio de experiencias y que a la par se les está acompañando con la formulación de los planes de manejo de sus reservas y la exploración de alternativas de producción sostenible que les permita acceder a recursos para su sostenimiento. Dijo que también se han promovido escenarios de capacitación a fin de que ellos puedan disponer de las herramientas ambientales, técnicas y jurídicas que les permita lidiar con los retos que a diario enfrentan.

Los reservistas

Foto Reservistas

Durante el Encuentro de las Reservas Nacionales de la Sociedad Civil de la Región Andes Nororientales los participantes hicieron sus aportes, expresaron sus preocupaciones y compartieron sus sueños.

Gustavo Ibañez llegó desde Ocaña (Norte de Santander) en representación de la Asociación de Amigos y Usuarios del Acueducto Independiente que administra una reserva de 1.100 hectáreas. Admitió que al principio no tenían mucho conocimiento en temas de preservación pero que con el tiempo fueron aprendiendo y que les ha tocado solos pues en su región las acciones de las autoridades han sido mínimas.

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Desde Otanche, Boyacá, José Antonio Parra arribó como delegado de los dolientes de la Serranía de las Quinchas para compartir sus preocupaciones. Insistió en la necesidad de trabajar más para concientizar a las personas de que sus labores deben ser compatibles con el cuidado de la naturaleza y pidió que desde las instituciones educativas se hagan mayores esfuerzos para que los estudiantes valoren la riqueza de los ecosistemas.

William Gómez, guardián del Parque Regional Natural El Valle, en Arcabuco, es un férreo opositor de quienes se dedican a la caza furtiva de ejemplares de la fauna silvestre. Reflexionó sobre la urgencia de transformar el apetito voraz del hombre hacia lo que proveen los bosques y los páramos y consideró que es primordial que el conocimiento académico se comparta con las comunidades. En su opinión “el conocimiento debe ser promiscuo y estar al alcance de todos”.

Criticó que el saber académico no es consecuente con las realidades locales: “Seguimos estudiando biología y geografía universal con libros europeos y no sabemos como es nuestra vereda, nuestra cuenca. Hablamos de tigres y leones en regiones en donde solo hay armadillos y venados. Hay que aterrizar el conocimiento a lo local” .

Como representante de la reserva Pueblito Antiguo, ubicada en la cuenca del Lago de Tota, Oscar Romel Rojas, sostuvo que las áreas protegidas son una solución para la educación y la defensa integral del territorio y llamó la atención de las autoridades ambientales para que les expliquen a los concejos municipales y a los alcaldes el valor de una reserva natural y lo que significa protegerlas, cuidarlas y generar incentivos para su adecuada gestión.

Don Rey no es su nombre de pila, es el que decidió asumir para conectarse con la Montaña Mágica, una reserva de Zapatoca, Santander. Él prefirió no lamentarse por las dificultades que hoy acosan a quienes escogieron el camino de la conservación y reveló que su estrategia es contar el cuento de lo que allí están haciendo en todos los escenarios posibles e invitar a otros a que se les unan. “Tenemos que testimoniar nuestras historias de conservación y enseñarles a las personas que si es posible producir sin dañar el planeta”.

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Sobre el ecoturismo en las áreas protegidas, Mélida Ruiz, guardabosques en el Parque Regional Natural Serranía El Peligro, planteó la necesidad de capacitar a las comunidades locales, a los dueños de los territorios en temas de turismo, de agricultura, de conocimiento de flora y fauna y dio una clave para garantizar la continuidad de esos procesos: “fomentar el trabajo conjunto entre los más viejos y los más jóvenes para que la sabiduría de los primeros se complemente con la innovación de los segundos. Así vamos a lograr grandes cosas”, acuñó.

Germán Grismaldo es uno de los dolientes del Parque Regional Natural Pan de Azúcar –El Consuelo que abarca a los municipios de Cerinza, Belén, Santa Rosa de Viterbo y Tutazá, y en este diálogo de reservistas estimó fundamental la activa participación de la comunidad, de padres e hijos, de las familias enteras para que comprendan cómo es que nace el agua, cómo son los procesos de producción del aire limpio y cómo son los ciclos de la naturaleza.

Su argumento fue recogido por Ismael Monroy, quien administra un acueducto rural en Cómbita, para afirmar que si las personas se proponen administrar eficientemente los recursos colectivos y cuidar lo que está disponible en las montañas no tienen que estarles pidiendo limosna a las autoridades.

Foto Reservistas

Jairo Atará, quien sobresalió por su elocuencia, presentó las bondades del páramo de Rabanal del cual se surte la ciudad de Tunja y otros cinco municipios de Boyacá y Cundinamarca. Sostuvo que a pesar de su importancia ecosistémica no ha sido fácil comprometer a la comunidad en las lidies de la conservación y pidió a las autoridades mayor respaldo para acompañar las jornadas de control y vigilancia pues en muchas ocasiones son tildados de ‘sapos’ y señalados por sus propios vecinos cuando han advertido sobre afectaciones en el páramo como consecuencia de las actividades agrícolas y ganaderas.

Siscunsí, el páramo que junto al de Ocetá conforman otro parque regional natural entre Sogamoso Aquitania, Mongua y Monguí, estuvo representado por Rubén Darío Alarcón. Su mayor preocupación es el conflicto de las comunidades con los osos y los cóndores. Para superarlo aludió al trabajo emprendido en asocio con la Corporación para hacer una labor de pedagogía puerta a puerta a fin de informar a los habitantes del páramo sobre el aporte de la fauna silvestre a la preservación de los escenarios naturales.

Este es el trabajo de los “reservistas de las fuerzas naturales”. Su empeño es silencioso, su aporte muy valioso, de ellos depende, en buena medida, que el bosque y el páramo mantengan su integridad.

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